viernes, 17 de mayo de 2013

Te escribo desde la ventana.

No quiero concretar la fecha, ni el lugar. Se me hace demasiado pesado recordarlo. Sólo quiero saber que el verano acaba de terminar, y las hojas de los árboles del jardín se deslizan sobre el césped con mucha sutileza. Me gusta observar el tiempo a través de la ventana. No hace frío aún, las temperaturas son muy suaves y agradables. Está muy nublado, va a llover...
Sin yo quererlo, ya sabes algo acerca del tiempo en el que me encuentro. ¿No te parece increíble como, misteriosamente, cuantos más detalles queremos ocultar más información damos sobre ellos? A mí siempre me ha parecido alucinante, algo que subconscientemente hacemos...

Ayer recibí tu carta. Lo que menos me sorprendió fue que estaba en blanco (aunque te resulte raro; pues siempre me envías cartas enormes que a veces, y no lo digo por ofender, da pereza leer), será porque sobran las palabras. Lo cierto es que yo tampoco tengo por qué decirte nada, pues no hay nada nuevo que contar. Pero me divierte escribir sin argumento, la mente puede buscar ciertas salidas para entablar una conversación y sorprenderte demasiado (no he dicho en qué sentido); y de paso quiero agradecerte el regalo (creo que es la única cosa por mi parte que he de decirte).
Esa fotografía... me ha encantado. Me he quedado sin palabras. Me ha asombrado tanto... ¿cómo puede una simple imagen expresar tantas cualidades que no se encuentran en el mundo físico tal y como lo conocemos? ¡Dime tú a mí! Son tantos... provoca demasiados sentimientos en mí.
Son tan visibles y tan opuestos que me estremezco con el solo mirar su tez esbelta y plateada. 
Pero, a pesar de todo, creo que esa combinación está en todos nosotros. No debería sorprendernos tanto que esto se viese reflejado en una imagen, al fin y al cabo es lo que somos. 
No podemos pretender actuar sólo de una manera, es imposible... nuestro carácter dependerá mucho de las circunstancias, y nunca podremos estar seguros de que actuaremos de una forma determinada, todo cambia, todo se renueva. Claro está, que por encima de todo eso tenemos nuestra personalidad, lo que nos caracteriza y universalmente nos hace diferentes, aquello que hace parecer que sólo tenemos una manera de ser. Gracias a ella somos únicos. 
           Espero que me respondas con una de tus habituales cartas, que siempre da gusto leer aunque canse un poco. ¿Te sorprende cómo he podido escribir todo ese rollo sin tener ni idea al principio? A mí no, es más, sólo he dicho tonterías. Cada día demuestro más lo idiota que soy al irme tanto por las ramas, no me expreso como debería.
 Un abrazo muy grande.
No voy a firmar, me parece absurdo. Sabes de sobra quién soy.

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